jueves

150kmph

Tal vez, una de las cosas más difíciles de escribir, es que con el paso del tiempo te vas dando cuenta que no hay certezas, entonces cada afirmación podría ser un paso en falso.

Pienso en Diego. Nunca fuimos tan amigos, salvo por un período, probablemente entre el 2000 y el 2003. En esa época tampoco éramos los mejores amigos, pero formábamos un grupo de 4 o 5 panas dedicado a salir por lo menos 2 veces por semana. Vida nocturna, tragos, discos, esa era la vida. Él unos 10 años mayor que yo, pero nos encontramos en una época en la que yo era muy prematuro para andar con gente de mi edad, y ellos (los panas de ese grupo) bastante relajados como para no pararle bolas a mi edad. 

Mi memoria es pésima, a veces pienso en mi pasado y tengo grandes lagunas, épocas de mi vida que recuerdo de manera muy general y realmente me son borrosas, creo que por eso mismo, recuerdo escenas específicas cortas, muy vívidamente. 

Era de madrugada, alrededor de las 4am. Diego tenía un Ford Fiesta "balita", verde botella, bello. Ese carrito si corría, y recuerdo que Diego me lo recalcó a 150kmph bajando por la Prados del Este. Veníamos de un bar nuevo en el Hatillo, lo poco que recuerdo hoy del bar era que la estética era totalmente Y2K, combinaba mobilario metalico (hierro forjado semi pulido) muy industrial, con una barra transparente con luces de neón azul, parecía la escenografía del video de Eiffel 65 "Blue" (canción que bastante bailé en esos tiempos pre-reggaeton), recuerdo que era un local estrecho y largo, típico de los bares del Hatillo producto de remodelaciones de casonas coloniales que dieron paso a una zona turística con una buena vida nocturna de principios de milenio. 

¿Quién no creía en esa época que todo era posible? Principios del 2000, jóvenes, el mundo lo suficientemente globalizado como para maravillarnos de las transmisiones en directo de gente recibiendo el milenio en París, Tokio, NY, pero no tanto como para percatarnos de las tragedias de la década que acababamos de abandonar. Muy poco de los Balcanes y ni hablar de Ruanda. 

Nosotros recorríamos Caracas escuchando CD's de recopilaciones de VH1, con remixes de Jennifer Holliday que nos repetía hasta el cansancio "A woman's got the power", o Whitney Houston cantando a ritmo de dance. De esa noche, recuerdo que tomé vodka tonic, era mi trago de entonces (a esa edad se suele estár pendiente de los trends alcoholicos), recuerdo clarito que Diego siempre decía que la clave era llegar a la casa, tomarse 2 vasos de agua y un Atamel. Recuerdo que más de una vez pasamos por algún Farmatodo 24hrs y compramos esa receta indispensable para eludir la resaca. Teníamos 20 y picos, salíamos en semana y al día siguiente había que trabajar, la juventud no cree en nadie. 

A 150kmph en el Ford "Balita", Diego alardeaba de que su carro era mucho motor (2.0) para esa carrocería, aceleraba con el alcohol en la cabeza, vidrios abajo, el cabello revuelto por el viento, la música alta, una sonrisa atontada en nuestras caras (producto del alcohol) mientras salíamos del tunel de la Trinidad. Ambos sabíamos que era una imprudencia, que así se mataba la gente, pero a diferencia de hoy, nadie se nos había matado en un accidente de tránsito, los padres y los abuelos eran jóvenes aún y la muerte no los acechaba, eso de cuidarse eran cosas que uno se decía de día un lunes o un martes, y que olvidaba súbitamente de jueves a sabado. 

De resto, no recuerdo mucho, solamente recuerdo la cara de Diego prendido, feliz. Recuerdo no tenerle miedo a la vida. Aún no sabía que acá vinimos para aprender a perder, de haber sabido eso, que miedo habría tenido. 

No nos matamos, y esa escena temerosa la repetí muchas veces los años subsecuentes, combinada con otras más peligrosas. La vida pasa, y te das cuenta que escribir también es peligroso, y no por lo que otros vayan a pensar cuando te leen, sino por lo que descubres de ti. Por lo que perdiste en el camino. Pasos en falso. Todo lo que dejamos en el camino a 150kmph. 

Se pierde el contacto. De vez en cuando recibes un update de la vida de algún pana. Uno sigue en lo suyo, viviendo momentos que mañana serán tan borrosos como una noche de vodka tonics. Certezas efímeras. Hoy Diego agoniza en Chile. Hoy, con unos cuantos años más a cuestas, hoy que tengo años sin verlo y más años sin reirnos juntos y caernos a caña. Hoy que tiene familia y que hay gente que sí lo vio la semana pasada, gente que lo recuerda nítido. 

Hoy escribo, y lo único que deseo, es que no te mueras todavía mi pana.

-Diego falleció 26 días después de haber escrito este post QEPD-

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