Llega un momento en el que te preguntas ¿tengo realmente alguien con quien escuchar una canción y que los recuerdos y sentimientos que se aglomeran en la garganta nos lleven al mismo lugar? Alguien que comparta tu historia, y que no sea un amigo. Alguien con quien puedas follar, y retozar en la cama mientras ven el techo, en aquellos momentos cuando brotan flores de nuestra piel que ni nosotros nos atrevemos a mirar, en aquellos momentos cuando somos más primitivos que nunca y todo lo que sale de nosotros es agua, tierra, aroma, jungla, sudor. Aquellos momentos en que abrimos nuestro pecho y cualquiera se puede robar nuestras entrañas y dejarnos vacíos. Cuando nos despojamos de todo. Cuando ya nada más importa. En aquellos momentos, exhaustos, y aún así en el rush de la vitalidad, cuando lo único que importa es la vida que nos corre por las venas. Cuando somos animales, animales tiernos, brotes de hierba, una gota tambaleándose al borde de una rama. Cuando somos vulnerables ¿Tienes a alguien con quien compartir tu esencia y que te entienda?
Si la vida se te pasa sin ese alguien, te vas a morir marchito.
No es durante el sexo, es después donde las personas se conectan o se aíslan. Es después.