jueves

El mundo en tu mirada



Para Adriana, la del pintor y el presidente.

Si alguien, tal vez un viajero del tiempo o un mago inmortal, hubiera llegado a mí ayer y me hubiera dicho que hay una tierra en la cual los delfines vuelan, en la cual los arboles bailan y los libros cantan. Un mundo hecho de agua, un mundo hecho de alegría y que además que ese mundo completo cabe en el espacio que ocupa una canica. No le hubiera creído ni una sola palabra. Pero eso era ayer… Por los indescifrables caprichos del destino, ayer todo lo hice distinto, ayer abrí los ojos antes de despertar completamente y caminé por la casa aún sumido en mis sueños, ayer comí despacio como nunca lo hago y la comida me supo mejor, ayer sentí más frío en mis manos que nunca antes en el tiempo que tengo en Bogotá. Ayer no hizo sol. Ayer me quedé más tiempo en la oficina y no salí un poco más temprano como suelo hacerlo cuando hace mucho frío, ayer crucé más de dos palabras con el señor de sonrisa de niño que trabaja en el parqueadero como nunca lo hago.

Ayer salí a la calle y en vez de mirar el camino que se extendía frente a mí, pude ir más allá y mirar lejano, directamente al horizonte, caminé ligero, tomé agua fresca, miré a la gente directamente a los ojos, respiré profundo. Ayer escribí cualquier cosa que se me pasó por la cabeza por loca que resultara, bailé con energía, besé con pasión, amé lentamente, disfruté cada segundo, cada hora, cada momento, trabajé duro, hice lo que me gusta y lo hice bien. Ayer sembré un árbol, escribí un libro y tuve un hijo. Me reí de los chistes tontos, comí frutas, hice ejercicios, vi a los niños jugar y jugué con ellos, conversé con los amigos, escuché. Ayer tuve un perro y lo amé, escuché buena música, tomé vino, comí dulces, anduve con la frente en alto. Ayer me mojé con la lluvia de abril, vi una película en blanco y negro, lloré con ella, creí en el amor de Romeo y Julieta, nadé en el mar, pisé descalzo las hojas secas del otoño, respiré profundamente tres veces al despertarme en la mañana. Pinté un cuadro, pinté mentalmente, fui a París, fui al teatro, saboree un chocolate, grité en el orgasmo, divagué sin preocupaciones…

Y por eso te encontré.

Si alguien, tal vez un viajero interplanetario o un hada de otra dimensión, llegara a mi hoy y me dijera que existe otro mundo, en la cual las personas irradian luz de sol, en la cual las personas se entienden sin palabras, en la cual la muerte no es más que una ilusión, le diría que sí, que esa tierra existe y que es la misma tierra en la cual los delfines vuelan, los arboles bailan, los libros cantan, un mundo que está hecho de agua, un mundo de gozo y que además que ese mundo completo cabe en el espacio que ocupa una canica. Porque ese mundo lo conocí ayer cuando te vi y entendí que es este, nuestro mundo. Cuando miré tus ojos por vez primera entendí que los delfines vuelan bajo el mar y sobre él, cuándo saltan tocando el cielo. Los arboles bailan la canción que el viento les susurra al oído, los libros de cuna cantan tiernas canciones para dormir a los bebés, los libros de fantasía entonan baladas épicas para alentar a los valientes, este mundo está hecho de agua, hecho de vida y de alegría. En este mundo hay personas como tú que irradian luz de sol, en este mundo existen personas que se entienden más allá de las palabras, se entienden con una mirada, con una sonrisa a medias, como tú y yo, la muerte es una ilusión simplemente porque se desbarata ante el hecho de que te conozco de otra vida, mucho más allá de la muerte y todo este mundo, con sus delfines voladores, con sus árboles danzantes, libros cantantes, personas de sol, sin muerte y con alegría cabe en el espacio que ocupa una canica y lo sé porque lo vi en tus ojos, este mundo existe en tu mirada y anoche mientras estaba en ese bus lo descubrí.

Alfredo Bolaños C.

08/10/08

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