martes

Un loco habla sobre imágenes...

Y es que una historia escrita también está compuesta por elementos gráficos, visuales, en el sentido metafórico de la expresión y por conceptos que poseen imagen, una imagen personal y que muta según la mente que la engendre, por ejemplo, si escribo la palabra “blanco”, un noruego puede que piense en nieve y un cubano en la espuma del mar, imagenes distintas, con el mismo fin; en ambos casos es la imaginación lo que le da cuerpo a la palabra, es ese conocimiento de elementos y sensaciones y la capacidad de crear a partir de ellos interrelaciones y asociaciones específicas.

Sin la mente que imagina la escena, la historia nada es. Si yo digo rojo y no piensas ni siquiera en sangre, entonces ¿qué hago aquí lanzando palabras al viento que no volarán? las palabras sin imaginación nada son.

Por eso te invito a abrir los ojos y leer e imaginar, puedes imaginar lo que quieras -que de un botón verde nace un zamuro esmeralda de mirada triste y absorta- te digo que puede ser cualquier cosa, lo importante aquí es fungir de Dr. Frankenstein y crear en tú imaginación lo que mis palabras te sugieren, sin importar que la bestia resultante se babee y camine golpeándose contra paredes una y otra vez. Mis palabras solamente son el interruptor que busca hacer “click” en tú cabeza, fíjate que si yo escribo "oro" tú eres libre de pensar en los cabellos dorados de esa cantante muerta o simplemente en el crayón amarillo que usabas de pequeño para dibujar el sol.

Pero no me creas tonto, pues no te daré las herramientas para que las imágenes secretas que habitan mi mente sean cambiadas por ti, si escribo sobre ella y su mirada, lo haré con tal precisión que te sentirás mirándola de frente, si hablo de sus besos te sentirás besándola y es probable que caigas incautamente en la locura de enamorarte no teniendo más ante ti que el reflejo de ella que mis palabras te brindan.

Hay imágenes que la imaginación no debe cambiar, no me es posible mencionar su nombre y dejar que imagines cualquier rostro dándole carne, si la nombro, debo asegurarme que la puedas ver en su más precioso esplendor. Toda palabra tiene imagen y al leerla o escucharla la debes poder imaginar, imaginarla como quieras. Pero hay imágenes que traducidas a palabras solamente tienen un rostro y no admiten imaginación.

Por eso no te hablo de ella, te quiero libre e ingenuo, entretenido pensando en sangre, zamuros o amarillos. No esclavo de sus ojos, de sus besos, de su sonrisa, como yo, desde aquel momento en que por vez primera vez incautamente leí su rostro en las letras de aquel papel perdido.

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