miércoles

Nada más


 Esto no es más que un beso, y un beso es mucho más de lo que te puedo contar. Esto no es más que mi respiración tranquila que vibra en tu oído y eso, eso es mucho. Esto no es más que mis dedos bailando y resbalando tontamente en el contorno de tu cara, tus ojos cerrados y los míos abiertos. Sabes bien sobre lo que estoy hablando, pues esto no es más que un cuento mío sobre nosotros dos.

De pronto la vida es tan ligera. Suena una alegre canción francesa, me encuentro sentado en la cama, los pies estirados, un poco de calor, me arrimo un poco, ya está, el aire del ventilador me refresca, porque de pronto la vida es sencilla.

Ella estuvo aquí hoy, no hicimos mucho, conversamos, nos miramos, nos besamos, reímos, comimos, nos volvimos a mirar, escuchamos música y con la mirada ausente del que escucha y no presta atención a lo que mira, nos volvimos a mirar. Fue un rato, no más, unas dos o tres horas, luego la acompañé, un beso, otra sonrisa, una nueva mirada buscando no olvidar y se fue... De regreso respiro tranquilo, es que de pronto la vida es tan clara. Me siento en la cama, no me gusta lo que suena en la tv, cambio el canal, no me gusta lo otro y simplemente apago el televisor. Buscaba escuchar Pearl Jam y me topé con Combo París, una voz parisina suena vibrante y simple, como hablando del amor y ya, nada complicado, o tal vez hablando de un desayuno de pan con mantequilla, un paseo sin razón, la gota de lluvia rezagada en la ventana, suena la canción, una trompeta. Yo, una imagen, mil imágenes, las veo y la que mejor me entiende es esta de blanco papel, complaciente, juguetona, presta a escribirse y borrarse conforme tecleo, siempre dispuesta a escuchar mi historia, mi cuento, a escuchar como esta tarde ella vino y me hizo la vida un mil por ciento más ligera, casi como un velo transparente volando en el aire, sin rumbo, solamente por el simple placer de volar. Que yo escriba esto no tiene sentido y no importa el sentido, es tan sólo el gusto de teclear y mientras tecleo recordar sus cabellos sobre mi pecho, una mirada, recordar sus uñas pellizcandome pícaramente, recordar una sonrisa y luego una broma, luego otra mirada. Siempre nuestras miradas.

Ninguna estrategia se sostiene ante ella y su sonrisa, ningún plan, ni siquiera el sueño de un futuro sobrevive a la simple estampida de su presencia, pues es como una brisa tranquila que te borra los pensamientos y te deja apreciando tan solo las hojas que el viento barre, sin preocupaciones, sin ayer, sin mañana, tan solo el momento pleno de la vida en el ahora, más nada. Eso es ella. Ya no es la urgencia del mañana, tal vez más tarde lo será, pero ahora es simplemente este momento, las palabras, esta deliciosa música francesa y la historia sin sentido que se va construyendo a través del colador de pensamientos que mis dedos representan, y es eso, eso y nada más, porque ella estuvo, porque ella sonrió, porque me mostró que la vida puede ser esa luz blanca que entra por mi ventana al final de la tarde, porque la vida puede ser tan solo un beso a la semana y seguir muy bien, seguir en música, seguir en chocolate, seguir en sus pecas y en mi cabello revuelto por sus manos. Nada más.

Es el ahora. De pronto la vida es tan azucar brillante sobre el blanco mesón de la cocina. Es como agua fresquita y lavarse la cara con ella. Es sonreír, sonreír para nadie más que para uno mismo, sonreír por dentro, callado y música en la cabeza. De pronto la vida no es sospecha, no es secreto, todo está expuesto y todo es natural. De pronto la vida es su beso, sus labios semi secos y mi lengua mojándolos.

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