sábado

Milagro personal

Hay milagros que suceden a nuestro alrededor cuando cerramos los ojos, y no los podemos ver si no abrimos el alma. 

Todo quieto. Todo calmo. Apenas el ruido informe y omnipresente del ambiente, apenas una estela fresca que no llega a ser frío sobre mi. Ese momento en el que al parecer estamos tan dormidos que no sentimos y nos creemos levitar sobre el colchón con la mente alejada del cuerpo, atenta y en blanco, tan solo percibiendo.

Una fría luz se filtra por la rendija entre la cortina y la pared, es blanca y parece un milagro al detal, un acontecimiento para mi. Y puedo creer que en toda la historia de la humanidad, desde el primer momento en que ojos humanos percibieron la luz, hubo millones de momentos así, pero este es mío. 

¿Cómo atrapar un momento entre las fauces de mis palabras?

Es como el perro que muerde el agua. Queda la sensación mientras casi todo se desparrama entre los dientes, solo el recuerdo más primitivo atesora la fresca sensación en la lengua, en la mandíbula, incluso en el mentón con el agua escurriendo, los segundos se van llevando el momento y es, sin duda, esa fugacidad lo que lo hace inolvidable.

Y así, la vida.


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