domingo

Nos vamos dejando.

Hay cierta derrota en las cosas que nunca llegamos a alcanzar. Hay una bifurcación en la vida y probablemente una parte tomó el otro camino y te llama, con un grito ahogado a través de la pared y apenas logras escuchar un ruido sordo. Una parte de ti despierta y se da cuenta de que, incluso en los sueños que no alcanzamos dejamos algo de nosotros, y ese algo sigue vivo en un camino paralelo, en cada cosa que tocamos, en cada persona que amamos ese algo persiste y nos invita a regresar. 
Así seguimos avanzando, dejando polvo y sentimientos en el camino, por eso cuando llegamos al final somos una versión más pequeña de nosotros mismos, porque mucho lo dejamos en las cosas que vivimos. Somos más pequeños, pero somos infinitos, pues nuestras manos dejaron algo de nosotros en cada cosa que tocamos, en el pomo de cada puerta que abrimos, en la página de aquel libro que ansiosos pasamos. Nuestros labios sembraron en aquella piel que con pasión besamos. Nuestros ojos dejaron parte de nosotros en cada estrella que tirados en la grama miramos y en la galaxia que habita en tus ojos. Hoy llegamos al final encorvados, pequeños, casi marchitos, porque todo lo inmarcesible de nuestro ser lo sembramos en los lugares que amamos.


Aquí tienes una parte de mi.


sábado

Milagro personal

Hay milagros que suceden a nuestro alrededor cuando cerramos los ojos, y no los podemos ver si no abrimos el alma. 

Todo quieto. Todo calmo. Apenas el ruido informe y omnipresente del ambiente, apenas una estela fresca que no llega a ser frío sobre mi. Ese momento en el que al parecer estamos tan dormidos que no sentimos y nos creemos levitar sobre el colchón con la mente alejada del cuerpo, atenta y en blanco, tan solo percibiendo.

Una fría luz se filtra por la rendija entre la cortina y la pared, es blanca y parece un milagro al detal, un acontecimiento para mi. Y puedo creer que en toda la historia de la humanidad, desde el primer momento en que ojos humanos percibieron la luz, hubo millones de momentos así, pero este es mío. 

¿Cómo atrapar un momento entre las fauces de mis palabras?

Es como el perro que muerde el agua. Queda la sensación mientras casi todo se desparrama entre los dientes, solo el recuerdo más primitivo atesora la fresca sensación en la lengua, en la mandíbula, incluso en el mentón con el agua escurriendo, los segundos se van llevando el momento y es, sin duda, esa fugacidad lo que lo hace inolvidable.

Y así, la vida.


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